No idolatrar a ninguna persona. Cuestionar todo lo que se nos dice e incluso lo que hacemos, la esperanza ciega (la que nunca cuestiona nada) en un enunciado, en una persona o en uno mismo, es la esperanza que realmente corrompe el espíritu, la esperanza tan ciega y absurda debiera ser realmente la fuente de nuestros temores. La esperanza debiera ser un impulso, una voluntad y no una venda en nuestros ojos que se convierta en mortaja.